Institución Educativa Técnico Comercial “Villa del sur”
Departamento de Humanidades
Área de Idiomas - Lengua Castellana
Docente: Mg. Juan Antonio Guerrero Sandoval
Material de trabajo
para la semana 25 del 16 al 19 de Agosto
de 2016
PRUEBA
DE LENGUAJE
Responde las preguntas 1 a 5 a partir de la lectura del
siguiente texto
TOMÁS,
EL PROFETA
En las Tierras Altas de Escocia había,
vivió hace muchos años Tomás el profeta. Al principio de nuestro relato, Tomás
era un hombre como cualquier otro, al que le gustaba tocar el laúd, un
instrumento de cuerda. Un día, Tomás se sentó bajo un árbol. Mientras iba
tocando su laúd, le pareció escuchar el tintineo de varias campanillas de
plata. Alzó su mirada curiosa y vio a una dama de largos cabellos, vestida de verde:
a Tomás no le cupo la menor duda de que su propietaria tenía que ser la reina
de los elfos.
Se levantó e hizo una reverencia, pero ella
le indicó con un gesto que se sentara y le dijo:
—Sé que tus canciones son muy famosas entre
los hombres. ¿Por qué no me tocas una, Tomás?
Nuestro hombre le tocó la más dulce y
alegre de sus canciones. Cuando hubo acabado, la reina de los
elfos le dijo: —Pídeme el premio que
quieras y te lo daré.
—Todo lo que quiero es darte un beso,
señora —respondió Tomás.
—Si me besas, Tomás, tendrás que
convertirte en mi criado durante siete años. Y así ocurrió.
Tras siete años de silencioso servicio, la
reina quiso ofrecerle un regalo antes de su partida:
—Te ofrezco esta manzana: no es una fruta
cualquiera, si te la comes, siempre dirás la verdad.
— ¡Qué regalo tan peligroso, señora!
—respondió Tomás preocupado— porque el hombre sincero no tiene amigos.
Sin embargo, Tomás tomó la manzana y al
llevársela a la boca se encontró de repente bajo el gran árbol donde había
conocido a la reina. Su vida volvió a ser la de siempre, pero Tomás se sentía
inquieto, pues tenía la impresión de que la manzana no le había hecho ningún
efecto; sin embargo, un día todos los habitantes del pueblo se reunieron porque
una epidemia estaba matando a los animales de la región. Casi sin proponérselo,
Tomás se levantó y habló como si las palabras le salieran solas:
—No teman, amigos, porque ninguno de
nuestros animales caerá enfermo. Créanme, les estoy diciendo la verdad. Así
dijo, y al cabo de poco tiempo se descubrió que tenía razón: en el pueblo no
enfermó ningún animal.
Tomás comprendió entonces cuál era el
regalo de la reina de los elfos y a partir de ese día le llamaron el profeta.